Octubre trae mesa compartida, vino rosado y platos que reconfortan

Octubre llega despacio a San Martín de Unx. El aire es más fresco, las viñas se tiñen de rojos y ocres, y en las casas huele a guiso lento y pan recién hecho. Aquí, en mitad de la Navarra más auténtica, los jueves y viernes al mediodía tienen un sabor especial: el de un menú que parece pensado para abrazar al otoño.

La comida empieza ligera, con una ensalada de pulpo y patata confitada que recuerda al mar, o una parrillada de verduras con romesco que sabe a huerta recién recogida. También hay quien prefiere un revuelto de hongos y bacalao, porque pocos sabores encajan mejor con los días cortos y las sobremesas largas.

Después, el calor del guiso. La lasaña de ternera y verduritas, la sepia con arroz blanco o las carrilleras al vino tinto huelen a cocina de siempre, de esas que se quedan en la memoria. Y, para quien busca algo especial, está el entrecot de Navarra a la brasa, con sus pimientos y sus patatas, que sabe a fiesta.

Los postres llegan como pequeños recuerdos de infancia: cuajada de oveja con miel, arroz con leche caramelizado, un sorbete fresco o una mousse de stracciatella para los más golosos.

El vino corre en la mesa como en tantas celebraciones del pueblo: dos copas de tinto, blanco o rosado, el mismo que se brinda cada primavera en el Día del Rosado de San Martín de Unx, cuando la plaza se llena de música, catas y risas compartidas. Comer aquí no es solo elegir un plato, es sentirse parte de ese ritmo, de un lugar donde la cocina y la vida van siempre de la mano.

Octubre es buen momento para venir: la calma después de la vendimia, la luz suave sobre los viñedos y la certeza de que hay un sitio donde sentarse a la mesa, sin prisas, a disfrutar de lo que de verdad importa.